Menorca y el caballo, la Fiesta de Sant Jaume y el Jaleo en Es Castell

El Jaleo es masa, es músculo y es música. Como en cualquier fiesta de España, las de Sant Jaume (San Jaime o Santiago) en Es Castell juntan lo humano con lo divino y en este caso con el noble bruto, pues el caballo es el principal símbolo de estas fiestas patronales y del resto de las que se disfrutan en verano en Menorca.

En Es Castell, el privilegiado pueblo con el primer amanecer de España, la masa es la de la gente que se apelotona con los brazos extendidos a los costados del animal, el músculo es el del caballo que sólo se sostiene con sus cuartos traseros y la música es la de la pequeña orquesta que le pone banda sonora a cada Jaleo.

Los pocos segundos que la pericia del jinete y la fortaleza del animal permiten que el caballo se sostenga e incluso camine a dos patas, animados por las palmadas y fuerza de los que le vitorean y empujan, constituyen un Jaleo.

La fiesta en honor de Santiago tiene en toda España el día 25 como día grande, pero en Es Castell, antes del Gloriós Sant Jaume, los caballos y la celebración ya se han dejado ver entre los habitantes. La víspera, por la mañana, con el solemne primer toc de fabiol (una especie de flauta) se inicia un desfile equino, la qualcada, por las calles del pueblo.

El animal que abre el desfile de cuadrúpedos es un pequeño burro, inmune al sonido que repite su jinete, que toca el fabiol y el tambor. Las monturas de los jinetes, los caixers, que le siguen son más impresionantes y de mayor porte, negros caballos perfectamente entrenados para soportar la tensión de cada Jaleo.

Uno y otros visten sus mejores galas para la ocasión, desde la cola, con adornos, hasta la cabeza, con flocs (lazos) en los laterales y estell (espejos) en la frente.

Excepción a esa uniformidad festiva son los caballos del Caixer batle (el alcalde) y del Caixer capellá (el párroco), pues contrariamente a lo que ocurre en muchas otras actividades, aquí la autoridad no se destaca por sus oropeles.

Como los caballos no distinguen nobles de villanos y tienen sed les monte quien les monte, no es raro encontrarse con vecinos que plantan delante de sus casas cubos de plástico llenos de agua para que se refresquen.

A los jinetes también se les ofrece, aunque embotellada, y acompañada de galletas, pastas o bizcocho.

Por la tarde el relevo lo toman otros protagonistas, también de considerable tamaño, los gigantes, que con escolta de cabezudos y músicos recorrerán las calles de Es Castell. Los dos gigantes del pueblo tienen nombre e historia.

Costaron 8.000 pesetas en 1964, su indumentaria original (de Rey y Reina) fue sustituida en 1980 por la ropa típica menorquina del siglo XVIII y una votación entre los niños de la localidad los bautizó como Jaume y Roser.

Jaume y Roser, o más concretamente quienes se encargan de cargar las figuras sobre sus hombros, pasan mucho más calor que quien haya venido de fiesta a Es Castell.

Estos últimos, además de que van más ligeros de ropa, cuentan con la ventaja de que pueden pedir a gritos que desde los balcones les tiren agua, con manguera o a cubos, para refrescarse por fuera y helados para refrescarse por dentro.

Esa tarde todos, vecinos y visitantes, los que acudan a la Plaça de S’Esplanada, donde se encuentra el Ayuntamiento, van a necesitar reponer líquidos con frecuencia. Allí será donde, en una improvisada plaza de arena, comience el Jaleo.

Hay primero un desfile de caixers ante el palco de autoridades, con alguna incitación al Jaleo que suele ser correspondida. Cuando todos los caballos han cumplido con el protocolo, comienza la llegada a la arena de los caixers para de uno en uno, saludar ceremoniosamente a la orquesta en su escenario y de uno en uno, de dos en dos o hasta de cuatro en cuatro, comenzar sus Jaleos en la plaza.

Desde que los caballos doblan la esquina, la gente ya se lanza a incitarlos al Jaleo pero los caixers suelen esperar con paciencia, y tensión por la responsabilidad, a llegar frente a la orquesta. Será después del saludo cuando hagan girar la cabalgadura y comience el espectáculo.

Y es que poner la mano en el costado de uno de estos bellos animales mientras se sostiene, y camina sobre los cuartos traseros, transmite una energía difícil de explicar con palabras. Piel sobre piel, músculos en tensión y la voluntad de que el hombre, que le monta y le sostiene, doblegue lo que la Naturaleza impide, que el caballo sea por unos segundos bípedo.

El acceso a la plaza y la participación en el Jaleo son libres y gratuitos, pero conviene tomar una serie de precauciones.

Los caballos están bien entrenados y los jinetes, los caixers, son diestros en el control del animal. Pero no olvidemos que, como animal que es, el caballo está sujeto a movimientos y reacciones imprevistas, así que extremad la precaución si os ponéis a su lado.

Y desaconsejo por completo intentar acercarse a él de frente.

Un consejo muy personal, precaución con el sol. La protección, con crema y gorra, es más que aconsejable.

Un consejo nada personal, porque aún no me toca, si váis con niños vigilad que no se pierdan y encargaros de que mantengan una distancia prudencial de los caballos y de quienes participan en el Jaleo. Cuando un animal se mueve rápidamente, quienes están a su alrededor lo hacen también.

Si no podeís acudir al Jaleo, o los Jaleos, de la tarde del día 24, tenéis la oportunidad de volver a ver el espectáculo el 25 por la mañana. Además, ese día al finalizar el Jaleo se hace entrega de unos premios simbólicos, canyes verdes y culleretes, a todos los caixers.

¿Y qué hacen los caixers cuando se acaba el Jaleo? Pues después de una recepción gastronómica en el Ayuntamiento, se van a Carrer des Port (la Calle del Puerto) a hacer carreras.

Observadlas desde la acera y con precaución, nada de cruzar a última hora delante de los jinetes y apartaos de su camino. Además de que el caballo pudiera resbalar, si sois vosotros los que tropezáis, al caixer le resultará muy difícil esquivaros. O hacerlo sin irse hacia otros espectadores.

Con un poco de sentido común la Fiesta de Sant Jaume en Es Castell es pura diversión. Y no os vayáis aún de este bonito pueblo pesquero, que a las doce de la noche, desde Illa Plana, en mitad del puerto, se lanzarán fuegos artificiales.

Tal vez no los veáis, como algunos privilegiados, desde una embarcación pero aún así son el broche estupendo a dos días de pasión por el caballo, dos días de Jaleo en Menorca.