El Teniente de Fragata apartó los cansados ojos del catalejo y se dispuso a escribir una nueva línea en el bien cuidado libro. Con trazos firmes pero delicados, Antonio Távira, vigía mayor de Cádiz, cerraría la jornada inscribiendo la llegada de varias embarcaciones de levante que arribarían a puerto esa noche. La observación la realizaba desde el punto más alto de la ciudad, la torre vigía situada en la Casa-Palacio de los Marqueses de Recaño.
El semanal “Diario Marítimo de la Vigía” en el que anotaba los movimientos de buques fue manuscrito desde 1789 pero en 1798 pasó a imprimirse diariamente hasta que desapareció en 1936.
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Lo que no ha desaparecido sino que goza de excelente salud, es la Torre Távira, una de las 126 torres que quedan en la ciudad y la única que alberga una Cámara Oscura (que es uno de sus dos principales atractivos).
A 45 metros de altura y situada en el centro histórico, lo que hoy es una privilegiada plataforma para los turistas, fue en su momento la respuesta a necesidades militares y comerciales.
Cádiz es, con permiso del invadido Gibraltar, el mayor núcleo urbano unido a la Península por un hilo de tierra más meridional de nuestra vieja piel de toro.
Desde que Cristobal Colón partiera de su puerto en 1493 para su segunda travesía atlántica, la importancia de Cádiz en el tráfico de mercancías con las tierras al otro lado del océano se fue consolidando con el paso de los años.
Una próspera burguesía nació al amparo del comercio y con ella aparecieron las casas palacio y, caso arquitectónico único en España, la generalización de las torres miradores sobre las mismas.
Con un palacio dedicado tanto al ocio como al negocio, la torre – en la que ondeaba una bandera específica de cada casa – era el punto al que se subía el comerciante para contemplar los movimientos de los barcos mercantes.
Las torres podían ser de cuatro tipos: de garita, de silla o sillón, de garita-sillón y de terraza, según su forma y estructuras en la misma.
Cuando en la lejanía oteaba la llegada de uno de sus buques, un sistema de señales por banderines le hacía saber la mercancía que traía y así, antes de que estuviera siquiera cerca del muelle, podía negociar la venta de la misma.
En el mar, lo que aquellos marineros veían de Cádiz (la primera tierra peninsular europea en meses de navegación) eran sus torres, hasta 160 en el siglo XVIII en una extensión de poco más de 12 Km2.
Y la Torre Távira, de estilo barroco, era la más alta y destacada de todas.
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Saltamos en el tiempo, aterrizamos en el siglo XXI, y nos encontramos con una Torre Távira desde la que ya no se vigilan los movimientos de los barcos en la bahía. Sin embargo sí que se “vigila” Cádiz a plena luz del día desde lo alto de su mirador al aire libre, a 45 metros de altura, y también desde la intimidad de su fantástica Cámara Oscura.
Antes de acceder a la misma podemos – y debemos – detenernos en las dos salas de exposición. Situadas en dos pisos consecutivos, una versa sobre las torres mirador, la Constitución de Cádiz y la ciudad en el apogeo de su esplendor comercial; la otra lo hace sobre la historia y funcionamiento de las cámaras oscuras – la de la Torre Távira fue pionera en España en 1994 -, una interesante visita para que lo que veamos a continuación no nos parezca obra de magia.
Y es que “¿Cuando lo habéis grabado?” es una pregunta que le llegó a formular uno de los visitantes a Belén González Dorao (la emprendedora y creadora del proyecto) al contemplar la imagen proyectada en el interior de la Cámara Oscura.
Como explican los paneles informativos, mediante un sistema de espejos y lentes a la manera grosso modo de un periscopio, la Cámara Oscura proyecta una imagen sobre una pantalla blanca curva horizontal, como si fuera una mesa, situada en el centro de una habitación totalmente oscurecida, pintada de negro.
La imagen que se proyecta refleja en tiempo real y en movimiento lo que está ocurriendo en el exterior, tal y como si tuviéramos acceso a una videocámara en lo alto de un mástil sobre la torre. Y, sí, en la metáfora se incluye que se puede hacer “zoom” para acercarnos a la gente y los monumentos que se nos presentan con gran fidelidad.
Para que la experiencia sea mejor, las sesiones en la Cámara Oscura tienen un aforo limitado a 18 personas que se distribuyen en torno a la pantalla de la misma. Durante los 15/20 minutos que dura cada una de ellas, un guía explicará los monumentos y la historia de la ciudad mientras gira el instrumento óptico para ofrecer un recorrido completo sobre Cádiz.
No acaba la visita a la Torre Távira con la sesión en la Cámara Oscura. Al final de los 173 escalones de la escalera tenemos el acceso a una magnífica terraza con unas exclusivas vistas sobre Cádiz y su bahía.
Las terrazas y las calles, las plazas más cercanas y las iglesias más lejanas se despliegan ante nosotros. Los tejados de la ciudad muestran durante un rato, el poco tiempo que necesitan para secarse, lo más íntimo de sus habitantes, la ropa colgada en los tendales más inaccesibles y privilegiados.
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Una quebrada línea blanca enmarcada entre dos azules, el del cielo y el del mar, todo ello bañado por una luz mágica, es Cádiz desde lo alto, desde la Torre Távira.
Página Web | Torre Távira
Qué interesante! La verdad es que no conocemos la mayoría de las maravillas que nos rodean! Me ha encantado. Volveré a Cádiz y la visitaré.