No sé si son cuatro o cinco las veces que he visitado este mágico lugar. Viví una buena temporada por la Isla Esmeralda y cada visita que recibía significaba un nuevo viaje al oeste de Irlanda.
Cada vez que vuelvo a los acantilados de Moher es un auténtico ritual: encuentro mi sitio favorito, me echo al suelo junto al precipicio, apunto ligeramente la cabecita por el precipicio, miro hacia abajo y me quedo embobado durante un buen rato ante esta maravilla de la naturaleza.
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Excelente Blog la verdad me llama mucho la atención….