El Gran Bazar y el Bazar de las Especias en Estambul

Turquía
Una de las puertas de entrada al gran Bazar de Estambul

Una de las puertas de entrada al gran Bazar de Estambul

Desde el comienzo de la Historia, Estambul -o Constantinopla-, siempre ha tenido un rol importante como centro de comercio. Su situación como nexo de unión entre Europa y Asia le confirió una importancia estratégica que iba más allá de la religiosa. Hoy en día sigue siendo así, y su versión más a pie de calle la encuentran los visitantes cuando recorren sus dos bazares más reconocidos: el Gran Bazar y el Bazar de las Especias.

El Gran Bazar

Casi ningún turista que pasó por Estambul se sintió pleno si no se encontró irremediablemente perdido en la maraña de calles que forma el Gran Bazar. El lugar es tan grande y sus calles tan parecidas que existen planos bastantes detallados de su interior. Mi consejo es que no los utilicéis y os deis el gusto que supone vagabundear sólo siguiendo vuestro instinto. Además, ¿No dicen que a veces hay que perderse para encontrarse?. Pues aquí tenéis una oportunidad única.

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Al contrario de lo que mucha gente piensa, el Gran Bazar es un recinto techado, lo que le confiere un ambiente algo claustrofóbico, sobre todo los días de máxima afluencia de público. Para los que necesitan sentir el aire libre cuando están entregados al vil arte de la compra y el regateo, la buena noticia es que el bazar parece haberse desparramado por todas las calles adyacentes al recinto techado. Multitud de puestos, con material tan bueno -o malo- como el que se vende bajo las arcadas de piedra, intentan competir por su parte del pastel.

Una de las calles del Bazar

Una de las calles del Bazar

Al Gran Bazar la gente va muchas veces “sólo a mirar”. No te engañes. Vas a caer… Como todos. Los productos que más triunfan entre la parroquia son las joyas, el cuero o piel (ya sea en forma de bolsos, chaquetas, carteras, botas…), la seda y otros tejidos, las alfombras, y el calzado.

Aunque muchas de las calles alternan puestos de venta de uno y otro artículo, hay zonas que están ocupadas exclusivamente por los vendedores de un solo gremio. Para encontrarlas podéis ir leyendo los carteles que cuelgan del techo en muchas de las intersecciones de caminos.

Si pensáis comprar algo en el Gran Bazar -aunque, en este caso, estoy haciendo un uso innecesario del condicional- no podéis olvidar la regla de oro: DEBÉIS REGATEAR EL PRECIO.

Las calles exteriores adyacentes también forman parte del Bazar

Las calles exteriores adyacentes también forman parte del Bazar

Fan incondicional del humor de los Monthy Pyton, siempre comparo este tema con la mítica escena del mercado en la película La Vida de Brian. En ella, un vendedor se ofende porque el protagonista se lleva una jarra de calabaza sin regatear su precio. Pues aquí es casi lo mismo. Tenéis que estar seguros de que el precio inicial que os ofrecen no se corresponde para nada con la realidad. El vendedor sabe que es muy probable que le ofrezcáis menos dinero y por ello comienza el juego con una cifra algo estratosférica. Y aquí comienza la bonita batalla del regateo.

Pero no creáis que os vais a salir con la vuestra. Puede ser que os marchéis con la satisfacción de haber ganado una batalla. En casi el 99% de los casos estaréis equivocados.

Aquí el turista trata con los Leo Messi del regate…los Zidane del molinillo…los Romario de la cola de vaca… No tienen rival. Si te venden un artículo es porque algo le sacan. Eso es así.

Obviamente, nosotros nos iremos contentos porque el producto que nos llevamos no podríamos encontrarlo jamás a ese precio en nuestro país, pero te puedo asegurar que ellos tampoco pierden. Con esto os quiero decir que no os cortéis a la hora de ofrecer la mitad -o incluso menos- del precio que inicialmente os proponen. Después se trata de un tira y afloja que desempeñaremos con más o menos maestría. Si váis en grupo os recomiendo que dejéis todas las negociaciones en manos del más hábil en estas lides. Os puede ahorrar mucho dinero.

La hora de rezar en el Bazar

La hora de rezar en el Bazar

En cuanto a la calidad de lo expuesto a la venta…Varía, y mucho.

En temas de joyas, alfombras y tejidos puedes llevartes ciertas gangas, pero, por ejemplo, el Gran Bazar es un centro afamado de venta de calzado y bolsos de imitación. Obviamente, vas a pagar un precio mucho más bajo que por el original, pero existe un mínimo de calidad que debes comprobar para evitar que se te despegue una suela a los dos días de caminar con unas zapatillas, haciendo bueno el gran refrán de “A veces lo barato sale caro”.

Mi primera visita fue en 2006 y creo que ahora encontré a los vendedores mucho más tranquilos. No te van agobiando cuando pasas por delante de sus tiendas. Si miras su producto, aunque sea tan sólo con el rabillo del ojo, se darán cuenta y te preguntarán – en mil idiomas (aunque suelen acertar a la primera según tu aspecto) – si quieres algo de lo que tienen. Pero no están encima tuya como antes.

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La vida del Gran Bazar va más allá de lo puramente comercial. Hay pequeños puestos de comida, casas de cambio y bancos, se toma el té aquí y allá, se habla de tu país, de fútbol, de mujeres, de hombres, de maridos (incluso se ofrecen a ser tu marido si eres mujer)… Y también se reza. Quizá es la única concesión que Alá tiene en este recinto en poder del Diablo en su forma de consumismo total.

Bazar de las Especias

Colorido en el Bazar de las Especias

Colorido en el Bazar de las Especias

Nada más cruzar el Puente de Gálata, viniendo del este, casi nos damos de bruces con el Bazar de las Especias. De mucha menor dimensión que su hermano mayor, rivaliza -o supera- en colorido al Gran Bazar.

Sus calles estaban abarrotadas en aquel soleado viernes de mitad de Octubre. Cientos de cestos contienen especias de todos los colores, texturas, olores y sabores imaginables. Algunas provienen de Turquía, otras de la India, de África… Casi todo el mundo tiene aquí una pequeña representación. Pero no se vende sólo especias. También dulces -incluyendo las famosas delicias turcas-, productos salados, distintas hierbas para infusiones, mantelería, toallas, paños, juegos de té y otros utensilios caseros.

Los precios son mucho menos maleables que en el Gran Bazar. La mayoría de los puestos tienen carteles informando del precio del kilo, medio kilo o cien gramos del producto en cuestión. Podéis intentar regatear o rebajar el coste final si compráis varias cosas en la misma tienda, pero poco más.

Los dulces también son protagonistas en este Bazar

Los dulces también son protagonistas en este Bazar

Tanto en un bazar como en el otro, la acción de la venta es todo un ritual. Si la cantidad de gente lo permite y os puede dedicar tiempo, el vendedor os ofrecerá un té y os hará preguntas sobre vuestro país o vida en él. Una charla amigable que no os compromete en nada. Nuestra mente occidental nos hace pensar que se sentirán ofendidos si aceptamos el té y les damos conversación para luego no comprar nada. Ellos no lo sienten así. Forma parte de la gran hospitalidad turca.

 

Es cierto que los turcos no compran prácticamente nada en estos lugares y son verdaderos reductos de turistas, pero, aún así, son visitas que no te puedes perder si viajas a Estambul.

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¡Viva el profesor John Keating y su Carpe Diem! Con el corazón dividido entre España e Irlanda y 3 viajes de larga duración a mis espaldas me vengo aquí a arengar al personal a viajar. ¡Que la vida es muy corta gente!


David Escribano ha escrito 1905 artículos en Viajablog.
2 Comentarios
  • Hilal 6 agosto 2015
  • Borja Zugazagoitia 28 octubre 2014
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