Fue en Mayo del 2012 la primera vez que intenté subirme a una tabla de surf. Mi bautismo de fuego -agua, en este caso- tuvo lugar en las playas cántabras de Somo y Loredo. Allí descubrí que mi infinita torpeza en esquí no era aplicable al arte de subirse a una tabla en movimiento al ser empujada por las olas del mar. La cosa no se me dio nada mal para ser mi primera vez.
Un año más tarde conseguí escaparme una semana a la mágica isla de Lanzarote para mejorar algo mi habilidad sobre la tabla con el curso impartido por los chicos de Calima Surf en la maravillosa playa de Caleta de Famara.
Cuando Jagoba me conducía a la playa de Sopelana, en la comarca vasca de Uribe, volvía a sentir ese cosquilleo que siempre me entra cuando sé que en unos minutos tendré puesto el traje de neopreno y entraré al mar con mi tabla. En este caso, además, la sensación se veía acentuada porque acababa de vivir mi primera experiencia de parapente en el monte Jata, a pocos kilómetros de allí.
Cuando bajaba la cuesta de acceso a la playa me dí cuenta de algo. Aunque amo las playas mediterráneas de mi Alicante natal -por todos los recuerdos acumulados en ellas-, la bravura del Cantábrico y el entorno natural y accidentes geográficos que acompañan a las playas del Norte siempre han despertado en mí el sentido aventurero en mucha mayor medida.
Un grupo de cuatro chicas que debían sobrepasar por poco la veintena, cargaban sus pequeñas tablas de pro hacia una playa que, en su momento de marea baja, mostraba una franja de arena de no menos de 50 metros de ancho. El Sol de mediodía resplandecía alto en un cielo prácticamente raso cuando el gran Fran se nos presentaba junto a la caseta donde la Alder Surf Eskola guarda su equipo en esta playa.
Menudo y fibroso, dinámico y con una simpatía innata, el bueno de Fran nos anunció que sería nuestro profesor esa mañana. En menos de diez minutos ya desfilábamos con los trajes de neopreno enfundados, cargando nuestras grandes tablas de aprendizaje.
Si hubiéramos podido disfrutar de unos días de curso, Fran se habría extendido más en la parte teórica de su explicación. El surf no es sólo aprender cómo subirse y mantenerse de pie en una tabla. Es mucho más que eso. Alguien que quiera dominar este deporte debe saber leer el mar, cada ola. Elegir qué ola puede ser buena para remarla; entender las mareas y corrientes para hacer más fácil cada entrada y esquivar los peligros del mar; conocer las zonas de rocas a las que no debes acercarte…etc…
Pero tan sólo teníamos tres horas aquella mañana y el surf se trata, sobre todo, de pasárselo bien y disfrutar. Nuestro maestro pasó entonces a explicarnos lo básico para poder subirnos a la tabla. Miguel -del blog de viajes El Txoko de Lonifasiko– y Jagoba disfrutaban de la primera lección de surf de sus vidas pero a mí tampoco me venía nada mal refrescar los conceptos que vengo poniendo en práctica tan sólo una vez al año.
Al cabo de unos veinte minutos ya entrábamos al agua. No estaba tan fría como esperaba. Las condiciones eran idóneas para el aprendizaje. Las olas no eran de gran tamaño en la zona más próxima a la orilla -tampoco eran mucho más grandes a mayor distancia de la costa- pero sí tenían el suficiente como para servir de impulso a una primera cabalgata sobre ellas. Pero lo mejor era la continuidad. Tras coger una ola aprovechable no había que esperar más de un par de minutos para encontrar otra. Aquí es cuando desearía tener la forma física de un atleta como Cristiano Ronaldo o Bolt.
Y es que el surf cansa sobremanera. Y más aún cuando no sabes mucho.
Viene la ola y comienzas a remar. Los primeros movimientos son más lentos pero utilizas las manos como palas cada vez a mayor velocidad conforme la ola se acerca al tail de tu tabla. Si has conseguido coger la ola adecuadamente, empiezas a adquirir velocidad. Entonces intentas mantener el peso de tu cuerpo equilibrado sobre la línea imaginaria que corta la tabla en dos y apoyas las palmas de las manos sobre ella, justo bajo el centro de tu pecho, ligeramente erguido. Mientras, has ido flexionando, y sacando de la línea vertical de la tabla, la pierna que quedará atrás cuando te pongas de pie (la izquierda en mi caso). Entonces puedes elegir entre levantarte de un solo impulso -lo que yo hago- o hacerlo en dos más: flexionas la izquierda (ya apoyada sobre la tabla) y sacas la derecha antes de incorporarte con el cuerpo flexionado -para mantener el punto de equilibrio lo más bajo posible- y la vista al frente.
Dicho así suena medio fácil, pero no lo es. Cuando estás metido en la ola y sintiendo la velocidad parece que se te olvidan todos los pasos y actúas a lo loco. Al final se trata de repetirlo muchísimas veces y que tu cerebro mecanice los movimientos. Es decir, como todo deporte, requiere mucha práctica.
Sin embargo, como nos decía Fran, no hay que agobiarse tratando llegar a un nivel superprofesional para cabalgar olas de 4 metros. Lo ideal es aprender a hacer surf cuando eres pequeño, pero si lo haces en tu madurez física -la mental es mucho más subjetiva- puedes llegar a disfrutarlo mucho igualmente si no te fijas metas imposibles. Y las nuestras no lo eran.
Miguel, Jagoba y un servidor disfrutábamos como niños en un mar que cada vez nos parecía más cálido. Remábamos, nos levantábamos como buenamente podíamos y caíamos de nuevo más pronto que tarde. Después llegaba el esfuerzo de volver a entrar a la zona de olas con aquellas grandes tablas difíciles de sumergir. Y a comenzar de nuevo. Fran no nos dejó ni un momento y nos ayudaba con sus consejos para que corrigiéramos nuestros errores.
Al final dejé mi traje en la orilla y volví a entrar tan sólo con el bañador. Miguel y Jagoba habían decidido dar la clase por finalizada pero yo quería seguir hasta que las fuerzas me abandonaran del todo. Estaba exhausto y cada vez era más complicado conseguir levantarse sobre la tabla, pero lo gocé un cuarto de hora más.
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Eran las 2.30 pm cuando nos quitábamos la arena en la ducha al aire libre, junto a la caseta.
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Nuestros estómagos pedían a gritos que comenzara el tour gastronómico para el que estábamos en Uribe, pero nuestros cuerpos habían disfrutado de otro de los muchos atractivos que ofrece esta bella comarca de Euskadi. ¡Ojalá no pase un año hasta que vuelva a surfear estas olas del Norte!.
Datos Prácticos
Web: www.aldersurfeskola.com
Dirección en Sopelana: Kukullu nº15 1º izquierda48600 Sopelana (Bizkaia), España
Teléfono: +34 617 46 75 64
Email: info@aldersurfeskola.com
Que lindo deporte me han brindado los mejores años de mi vida. Saludos
Me apuntoooooooooooooooooo Oscar, yo tb en categoria beginners :-)
Buen estilo, piernas flexionadas y culito fuera, jejejejeje… No desesperes, no es nada fácil pero disfrutarás cada momento.
Yo ya llevo 35 años de mi vida surfeando, cuando vengas a Filipinas prometo llevarte a algún sitio para beginners.