Continuando con nuestro viaje a Canarias con la gente de Saborea España llegamos a la isla de Lanzarote. La primera impresión que tuve desde el avión fue que aquel lugar no era precisamente un vergel tropical, ni la campiña inglesa ni mucho menos las fértiles tierras de la huerta valenciana, así que pensé «nos las vamos a ver y a desear para encontrar productos autóctonos de calidad» pero ¡ay! que equivocado estaba…
Enseguida comprendí que mi primera sensación era fruto de lo tópicos de sol y playa que solemos asociar a todas las Islas Canarias pero al llegar a la la soberbia, hermosa y hasta cierto punto apabullante quesería de la Finca de Uga, un proyecto perteneciente al grupo Stratvs con ramificaciones en el mundo del vino y el turismo, comprobé una vez mas que cuando viajas debes dejar las ideas preconcebidas en casita.
Allí de comimos algunos de los mejores quesos que he catado jamás, ( hasta 16 variedades diferentes premiadas en los mejores concursos internacionales) para pasar luego a la bodega Stratvs (visita muy recomendable, incluye una cata por persona) donde tuvimos el primer contacto con los vinos locales, aromáticos y delicados pero no empalagosos y cuya sencillez enamora. Un buen ejemplo de terroir.
¿Pero cómo se puede hacer queso y vino en un paisaje tan yermo como el de Lazarote? os estaréis preguntando, pues muy sencillo (o no) gracias al empeño de sus habitantes. El queso se elabora con la leche de las cabras autóctonas de la isla (una animal especialmente bien adaptado a climas extremos) y mucho trabajo artesano, al igual que el vino, tal y como podéis ver y beber en las bodegas instaladas en la zona de La Geria como esta de Stratvs o El Grifo la cual es un buen ejemplo porque llevan elaborando vino desde 1775 y eso no es algo que pueda decir todo el mundo.
Precisamente en La Geria es donde mejor se revela el secreto de estos vinos que entre otras cosas consiste en cultivar la vid en unos hoyos cóncavos lo suficientemente profundos como para llegar al sustrato de tierra donde se almacenan los nutrientes y luego tapizarlos con una fina capa de tierra volcánica (llamada picón) que evita la excesiva evaporación de agua en un clima tan seco y caluroso. Además los agujeros se rodean de un pequeño muro de piedra que evita los azotes mas duros del viento sobre la planta y que la capa de picón salga literalmente volando. Algo único en el mundo que bien vale una visita detenida.
Además Lanzarote cuenta con la suerte de tener uvas excelentes como la malvasía para los blancos y los dulces o la listán para los tintos, que dan unos vinos sutiles y amables que no cansas ni aburren y en los que la presencia del paisaje es evidente. Sin duda cada trago os recordará lo que habréis visto y vivido.
Pero hay más, mucho más, Lanzarote es una sorpresa gastronómica permanente. Las cocinas que pudimos probar como la del restaurante La Cascada en Puerto del Carmen, con su pasión por el terruño actualizada con técnicas y presentaciones contemporáneas, o la de El Risco en la Caleta de Famara (si pasas por ahí a comer imprescindible pedir mesa en la terraza) expertos en el pescado más fresco son dos muy buenas opciones para seguir descubriendo productos poco conocidos como las tiras de morena frita (sí, ese pez tan feo que sale en los documentales de la 2) acompañada de batata, el jurel que aquí pescan de tamaño descomunal, la «vieja», suave y gustosa a la vez, los salazones de atún que se están recuperando de manera artesana la casi desaparecida industria local, gambas del caladero de La Santa pescadas esa misma mañana…¡e incuso morcilla!
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Si añades un paisaje que quita el hipo un clima excepcional y una gente que ha sido capaz de sobreponerse al entorno hostil que les rodea y crear un estilo de vida relajado y lleno de pequeños placeres como estos la conclusión es clara, Lanzarote es un mundo a descubrir.
Menuda hambre que me entra solo con ver ésto, yo estuve una vez en Lanzarote y creo que solo por la comida ya volvería.