Ya me pasó cuando bajé del avión que me llevó a Ciudad del Cabo en mi primera aventura africana del 2013. Mientras descendía la escalerilla del aparato de Ethiopian Airlines que nos había traído desde Madrid a Addis Abeba, sentí como el aire africano se metía en mis pulmones y me llenaba de energía. Es algo difícil de explicar.
Eran las 7.30 de la mañana de un lunes de finales del mes de marzo y la temperatura rondaba los 17 grados. Saludé a los operarios que estaban en la pista y me subí al autobús donde se iban amontonando los pasajeros. Aún tardaría un par de horas en salir del aeropuerto.
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Cuando el bus te deja en la terminal, comienzan los trámites burocráticos que tanto nos gustan a todos. Mi primer consejo es éste: tómatelo con calma.
Es un típico error de los turistas occidentales el querer que todo se realice con nuestros estándares de rapidez y eficacia. Pero amigos, estamos en África. Si no, haberte quedado en casa o haber viajado a un lugar más occidentalizado.
Caminamos por un pasillo estrecho y bajamos unas escaleras mecánicas para formar una fila donde varios operarios del aeropuerto nos iban pidiendo los pasaportes y nos preguntaban si habíamos estado en algún país de la zona ébola en los últimos meses. Le contestamos negativamente y nos dispusimos a esperar.
La cola para el visado avanzaba con una parsimonia terrible. En una primera instancia, una persona te toma el pasaporte y te pregunta cuánto piensas quedarte en el país. El visado puede ser de 1 mes (50 USD o 48 Euros) o 3 meses (70 USD o 68 euros). Después, le pasa tus papeles al trabajador de la otra ventanilla y esperas un rato más hasta que te llaman. En ese momento abonas la tasa y te devuelven tu pasaporte con el visado pegado en él.
Pero no acaba aquí la cosa. Ahora pasas a formar otra cola en la que la policía de inmigración te toma una foto y te pone el sello final de entrada en el país. No olvidéis comprobar siempre la fecha de expiración del visado. Tened en cuenta que el de 1 mes es, en realidad, válido para 30 días y si te pasas un sólo día (cosa que le ocurrió a mi amigo y compañero de viaje, Manu) te harán pagar un nuevo visado a tu salida.
Tras más de dos horas en el aeropuerto, por fin fuimos a la cinta de equipaje en busca de nuestras mochilas. Ahora llega el momento de formar la última cola: la de comprobación de equipajes. Un operario nos hizo pasar por otro lugar donde nos echaron un vistazo rápido y nos dejaron marchar. Tuvimos mucha suerte porque la fila principal contaba con gente que parecía haberse mudado con toda su casa a cuestas.
¡Por fin salimos del aeropuerto!. Ahora nos quedaba el averiguar cómo llegar a casa de nuestra amiga Sebli, que por aquel entonces era una auténtica desconocida a la que habíamos contactado a través de couchsurfing.
Teníamos su dirección y nos había comentado cuánto nos debería costar el taxi del aeropuerto a su casa. Intentad conseguir esta información de antemano porque si no, siempre os cobrarán demás, incluso los taxis llamados «oficiales». En nuestro caso, Sebli nos dijo que no debíamos pagar más de 300 Birr y esa fue la cifra que conseguimos después de negociar a la baja un precio inicial de 450 Birr.
Más tarde supimos que hay otra forma mucho más económica de llegar al aeropuerto, pero es sólo para los más valientes y avezados. Se trata de tomar las furgonetas de transporte público que invaden la ciudad. El aeropuerto se encuentra en el distrito de Bole, a tan sólo unos cuatro ó cinco kilómetros del centro de la ciudad, donde se encuentran la mayoría de hoteles de cierta categoría.
Podéis tomar cualquier furgoneta que haga el recorrido entre Bole y una de las muchas paradas que hay por el centro o los alrededores: Arat Kilo, Maganagnya, Stadium, etc. El precio, igual para locales y extranjeros y dependiente de la distancia que queráis cubrir, no pasará de los 10 Birr, pudiendo llegar a ser de 2,5 ó 3. Eso sí, viajaréis un poco estrechos en los asientos mis queridos trastos azules.
La última opción es pedir a tu hotel que mande un transporte privado a recogerte. En el caso de los hoteles más conocidos (Hyatt, Sheraton, etc.) puede ser gratuito, pero otros muchos tendrán furgonetas bien equipadas que, al ser clientes, no os cobrarán mucho.
El tiempo que os llevará llegar al centro dependerá mucho del tráfico y puede ir desde unos quince minutos hasta más de tres cuartos de hora. Independientemente de su duración, el primer viaje por las calles de Addis no os dejará impasibles. Os preguntaréis cómo conductores y pasajeros llegan vivos al final del día porque conducen como locos. ¡Bienvenido a África!.
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Si, por el contrario, estáis abandonando el país, no lleguéis al aeropuerto de Bole menos de tres horas antes de que parta vuestro vuelo. Las colas que se forman, tanto en facturación como en el control de pasaportes, son incluso peores que las que encontré a mi llegada.
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Mucha suerte y paciencia. Las ciudades africanas son un caos y Addis Abeba no es una excepción, pero ese desorden nos hace olvidar el estrés de nuestros países de procedencia. Tómalo con filosofía y aprovecha para observar a la gente y quedarte con olores, sonidos y sensaciones. En definitiva, trata de sacar el lado positivo a las cosas.