Esta mañana, pese haber salido de copas ayer por la noche, me he puesto las zapatillas y he corrido los últimos 14 kilómetros de la maratón de Barcelona acompañando a un buen amigo en su agonía a modo de liebre.
La verdad es que hacer una maratón a ritmo tranquilo es una sensación nueva que me ha gustado mucho. Puedes ir a los avituallamientos, tomarte tu tiempo mientras llenas con polvitos mágicos las botellas de agua, saludas al personal que te anima a los lados, alientas al personal que va perdiendo fuelle en los últimos kilómetros y disfrutas contemplando los mejores lugares turísticos de Barcelona.
De un total de 13,000 participantes, ni más ni menos que la mitad de los corredores eran extranjeros. Sin duda, el recorrido turístico de la maratón se agredece y alegra a la vista mientras las rodillas van chocando contra el suelo. Parte desde la plaza España y recorre los mejores sitios de la ciudad: un recital de Gaudí por el Paseo de Gracia y la Sagrada Familia, atraviesa el Arco de Triunfo en una zona animadísima de público donde uno se siente un auténtico escalador del Tour de Francia entre la multitud, el barrio gótico, el paralelo y una espectacular llegada a Maria Cristina con el palacio al fondo.
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La organización y el ambiente han sido fantásticos. Sin duda, una verdadera fiesta del deporte que esta vez he disfrutado olvidándome del cronómetro y las dichosas marcas.
Imagen | Moxigeno
TFW
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Es una sensación genial recorrer un lugar haciendo deporte