Continuamos bajando por la costa en nuestro viaje gastronómico a la búsqueda de la esencia de los sabores mediterráneos, pasamos por Cambrils, Sant Carles de la Ràpita y esta vez nos tocó hacer parada y fonda en Vinaròs, una tranquila localidad del norte de la Comunidad Valenciana famosa por sus playas amplias y familiares, por su relajado estilo de vida… y por el langostino. Pero no solo por él.
Vinaròs es tierra (mejor dicho mar) de langostinos, existen las Jornadas del Langostino, que se celebran en el mes de Julio (visita muy recomendable) la Langostino Tapa Tour y la mas famosa de todas, la Fiesta del Langostino en el mes de Agosto evento que se celebra desde 1963 y que es cita obligada para los amantes de este sabroso animal. Pero nosotros descubrimos que se pueden hacer muchas mas cosas y todas ellas relacionadas con el placer de la gastronomía y la excelencia del producto fresco y artesanal.
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Para empezar lo mejor es visitar su precioso mercado municipal restaurado en 2010 y dejarse aconsejar por la gente que atiende las numerosas paradas de pescados y hortalizas de la zona. Si después del paseo nos entra el hambre podemos comprar lo que nos apetezca y decirle al simpático personal del bar «Lo Típic» que nos lo cocine allí mismo mientras nos tomamos una «bicicleta» (vermut casero con sifón) y disfrutamos del paisaje y del paisanaje.
En nuestro caso un pulpo con un potente all i oli, unos langostinos a la plancha y unos sepionets de punxa (chipironcitos pescados a anzuelo) negrísimos y absolutamente deliciosos junto a unos huevos camperos fritos en aceite de olivos milenarios (ya os contaremos eso de los olivos milenarios) hicieron que nuestro paseo por el mercado tuviese un digno colofón en forma de merienda-cena.
Después de tomar un gin-tonic en el Café La Lola con especias ecológicas (cardamomo, pimienta…) de EspeciaExpress que podéis comprar en el mismo mercado para experimentar en casa, nos fuimos a dormir. Y menos mal que lo hicimos pronto porque al día siguiente descubrimos otro atractivo gastronómico de Vinaròs que también podéis probar, se trata de un regalo del cielo para los amantes del dulce y consiste en una ruta por la mejores y mas tradicionales pastelerías del pueblo, la Vinaròs Llèpol.
Una forma divertida de conocer maravillas como la tarta Aval recién horneada en la Pastelería Viver con deliciosa mermelada de albaricoque y masa de almendras aún caliente. O el llepolstí de pastelería Macip. Y si nos apetece no pasa nada, aún os quedarán otras cuatro pastelerías por probar.
Si vuestra curiosidad gastronómica os pide ir mas allá podéis visitar Ca Massita un horno de pan tradicional más que centenario que ha recuperado la receta de la Farinà de Repassos una especie de barrita energética del siglo XIX hecha de de la harina obtenida después de tamizar tres veces el trigo molido. Como os podéis imaginar no estamos hablando de un producto delicado (y eso que ahora se usa harina de trigo integral) ni para paladares sensibles. Pero sí hablamos de algo muy sabroso y muy natural. Con un relleno de aceite de oliva, canela y zumo de limón, vale mucho la pena probarla para ver cómo la necesidad azuza el ingenio gastronómico.
Si tanto dulce os ha dado ganas de pasear un rato para hacer hueco para la comida os propongo coger el coche hasta el parque del Pou del Mas, en la Jana, a media hora de coche hacia el interior de Vinaròs para pasear entre olivos de más de mil años. Esos olivos están repartidos por todo el territorio del río Sénia entre Aragón, Cataluña y Valencia y gracias a la Mancomunidad de la Taula del Sénia se han salvado de una destrucción segura (son muy poco productivos) o de ser arrancados para dar sombra a algún millonario ruso de la Costa del Sol.
Para que veáis que no es broma os dejo la foto de un olivo con su microchip de radiofrecuencia por si se escapa.
Otra forma de conservar este patrimonio ha sido ponerlo en valor a través de la fabricación de aceites de los distintos tipos de aceitunas (Cuquello, Marfil, Morruda, Empeltre, Sevillenca y Farga) de la zona. Como estaréis pensando estos aceites no son baratos, pero no siempre se tiene la ocasión de tomar unas tostadas por la mañana mojadas en aceite de olivos que llevan más de mil años produciendo para nosotros. Tomad nota.
Y ya de regreso podéis despediros en el restaurante el Faro en pleno puerto de pescadores donde pudimos comprobar que la cocina mas sofisticada en su concepción y ejecución también tiene un hueco en Vinaròs, sin duda la materia prima de la zona ayuda y a poco que se trate en cocina con técnicas modernas el resultado es magnífico. Y a muy buen precio.
Por cierto ¿a estas alturas nadie ha preguntado por nuestra compañera de viaje la galera? pues para recordarla os diré que tras encontrarnos anteriormente en Sant Carles de la Ràpita y en Cambrils, volvimos a verla en el mercado de Vinaròs y esta vez nos la comimos con una buena garnacha blanca para acompañar. Así que si pasáis por allí comeros una pero ojo, que os explique alguien del pueblo el truco para comerlas porque es un placer que requiere cierta práctica. Al contrario que el Mediterráneo.
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Pero esa es otra historia…