Gracias a Dios, Buda, Alá, Trump o cualquier otro que reclame la corona del universo, aún me quedan por descubrir muchísimos lugares de este bello mundo en el que vivimos. Sin embargo, tampoco son pocos los que he visto durante mi vida y debo reconocer que, aunque me siguen maravillando las magníficas obras de la Madre Naturaleza y algunas ciudades (reconozco que soy poco urbanita), cada vez me cuesta más sorprenderme. Por eso, cuando planeo un viaje a un destino, una de las cosas que más valoro es la gente que lo habita. De eso nunca me canso. La gente te da versiones diferentes de un mismo lugar, potenciando su belleza y las sensaciones que deja en ti, o totalmente lo contrario.
Antonio, nuestro magnífico anfitrión en la bodega Señorío de Rubiós y el hotel Nande, es una de esas personas cuya bonhomía ilumina estancias, lugares y paisajes. Una de esas personas que te hacen sentir bien desde el mismo momento en el que estrecha tu mano por primera vez. Y tras muchos años viajando y conociendo gente de todas índoles y procedencias, puedo deciros que no es tan sencillo encontrar a este tipo de personas.
De su mano descubrimos un bello paisaje, estupendos vinos y un hotel donde relajarse es casi tan natural como respirar.
Bodega Señorío de Rubiós: una isla de tinto en un océano de blanco
«Una isla de tinto en un océano de blanco»… Esta expresión tan poética no es mía, sino que fue así como el gran Antonio Méndez, presidente-gerente de Señorío de Rubiós, definió lo que significa esta bodega a la que tan bien representa. Y es que en una zona del mundo como es Rías Baixas, en la que casi todas las bodegas producen cstupendos caldos blancos, resulta complicado encontrar una que se distinga por sus uvas coloradas.
La bodega Señorío de Rubiós es el resultado de la inquietud de unos vecinos del Condado do Tea (que abarca los municipios de Salvaterra de Miño, As Neves, Arbo, Crecente, Salceda de Caselas, Ponteareas, parte de A Cañiza, Tui y Mos) que quisieron poner en valor, y promocionar, los ya conocidos vinos tintos de la zona.
Esta especie de cooperativa vio la luz en el año 2003 y hoy en día ya son más de un centenar los socios que trabajan en ella, dándose el llamativo caso de que tan sólo un par son socios capitalistas. Es decir, todos los socios tienen un grado de implicación máximo en el proyecto, aportando sus uvas y tierras al mismo.
El Señorío de Rubiós es una bodega diferente dentro de la D. O. Rías Baixas ya que apuesta por la elaboración de vinos con variedades tintas autóctonas – como sousón o pedral – , sin por ello dejar de producir estupendos vinos blancos (con uvas de albariño, treixadura o loureira branca).
Nunca olvidaré la primera visión que tuve de la bodega. Llegamos al atardecer al hotel que se encuentra frente a ella y sin bajar las maletas del coche, corrimos a captar la última luz del atardecer, que se filtraba a través de unas parras cargadas de uvas y que pronto serían vendimiadas para aliviar su carga.
El viñedo, que se dispone en forma de escalera, parecía estar incendiado y esos fantásticos colores contrastaban con el verde de los árboles que nos rodeaban. El silencio era sepulcral. Uno de esos momentos para guardar para siempre en tu cabeza.
A la mañana siguiente, el lugar bullía de actividad. Ya se estaban preparando las cajas para realizar los envíos tras la vendimia y el personal comprobaba que todo estuviese a punto para uno de los momentos más intensos y bellos del año en cualquier bodega que se precie.
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Las chicas de la bodega nos enseñaron las instalaciones, nos hablaron de los distintos tipos de uva que podíamos ver allí y, finalmente, nos ilustraron en una cata de algunos de los magníficos vinos que elabora el Señorío de Rubiós.
El bueno de Antonio, que aprovecha unas 20 de las 24 horas que tiene el día, nos acompañó al final para realizar un brindis que supo a tierra ancestral, a buena compañía y, sobre todo, a vida. ¡Qué más se puede pedir!
Hotel Nande, un reducto de paz rodeado de viñedos y bosques
El día que pasamos en el Hotel Nande me supo a poco. Y eso, dicho de cualquier cosa suele ser buena señal, pero cuando hablamos de un hotel, es mejor que buena.
Tras hacer las fotos en el viñedo de la bodega Señorío de Rubiós y hacer el check-in todavía nos dio tiempo a disfrutar de ese momento, que solo ocurre cuando te hallas en el medio de la naturaleza, en el que se encienden las estrellas y se apaga el resto del mundo.
La paz que se respiraba en la terraza-mirador del hotel era tal que ni siquiera osábamos a hablar entre nosotros. Uno de esos momentos que cada uno debe vivir y disfrutar ajeno a todo.
La cena, sin embargo, la disfrutamos en la inmejorable compañía de Antonio, quien nos explicó todas y cada una de las maravillosas y exquisitas viandas que fuimos degustando. Los platos estaban basados en carnes y pescados de la tierra, y, cómo no, estaban regados por un par de magníficos vinos, uno blanco y otro tinto, de Señorío de Rubiós.
El Hotel Nande es el ejemplo de un establecimiento que está en perfecta armonía con el medio natural que le rodea. Su arquitectura se halla integrada en ella y las habitaciones – que llevan por nombre las distintas variedades de uva de la D. O. Rías Baixas – poseen un interior cuidado y sencillo, que te hace sentir como en casa. Aunque ese sentimiento de hogar no viene dado solo por la bien escogida decoración, sino, sobre todo, por la amabilidad y entrega del personal que trabaja en el hotel. Sonrisas, ganas de ayudar y buenas palabras son los tres pilares sobre los que se cimienta una actitud que va más allá de lo profesional.
En este lugar puedes relajarte en su spa o la piscina, caminar por el huerto del que salen las verduras y hortalizas empleadas en el restaurante, dar paseos en bicicleta o a caballo por los alrededores (donde puedes encontrar petroglifos prehistóricos), o, simplemente, charlar sobre la vida, copa de vino en mano, con Antonio, buen conversador donde los halla.
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En este pequeño terruño del Condado do Tena me dejé, sin lugar a dudas, un pedacito de mí. Espero volver pronto, y encontrarme de nuevo con los amigos que allí dejamos.