La semana pasada, mi amigo Manu y yo decidimos seguir con nuestra exploración de las montañas y parajes naturales de la provincia de Alicante. Ya habíamos subido a la cima del Maigmó, caminado por Sierra Helada y la verde zona del Puig Campana.
Nuestro objetivo era ascender a la cima del Cabezón de Oro – más conocido en la zona por su nombre en valenciano, Cabeçó d’Or – para, desde sus 1.210 msnm poder disfrutar de una de las mejores vistas de la provincia.
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Cómo llegar al Cabeçó d’Or
La mejor forma de ir al Cabeçó d’Or desde Alicante es en coche.
Para hacerlo, toma la carretera N-332 dirección norte (Valencia) y después las comarcales CV-777 y CV-776. Si no te pierdes, llegarás al comienzo de la ruta – tras haber pasado por las famosas cuevas de Canelobre (una de las cuevas kársticas más grandes de España) – en unos 45 minutos. Un paseo.
La leyenda del nombre del Cabeçó d’Or
El nombre de esta montaña – una de las cimas más altas de la provincia de Alicante -, se originó por una leyenda árabe y unos papeles encontrados en África, que afirmaban que en las entrañas de la montaña se podía encontrar oro. Nada más lejos de la realidad. El único oro que se encontró en el Cabeçó fue una fuente inagotable de agua fresca, derivada de la disolución de la roca caliza que la forma.
Sin embargo, el hombre – con su tozudez habitual y sin poseer ningún tipo de prueba geológica que lo avalase – se empeñó en encontrar oro y se abrieron algunas minas en la montaña. Dos de ellas, Salvación y Orcolona, aún perduran a día de hoy como símbolo de la explotación infructuosa del Cabeçó.
Camino a la cima del Cabeçó d’Or
Dejamos el coche en el aparcamiento cercano al sendero – en el Plà dela Graya – cogimos nuestras mochilas y comenzamos a caminar a un ritmo realmente tranquilo.
Desde aquí a la cima el recorrido es de algo más de 4 km, pero con un desnivel de casi 800 metros. Se trata de una ruta de dificultad moderada, al alcance de cualquiera que se encuentre medianamente en forma.
Primeros pasos
El primer tramo discurre por un camino ancho, entre ejemplares de pino mediterráneo y arbustos de distinto tipo.
El cielo estaba presidido por un sol radiante que sacaba las mejores tonalidades intensas a las primeras flores que se adelantaban a la llegada de la primavera.
Hemos tenido un invierno algo atípico en Alicante, generoso en lluvias y muy beneficioso para el campo en general. Agradecíamos la caída de toda esa agua mientras las primeras imponentes paredes de roca caliza aparecían a nuestra derecha. En ellas practican su deporte favorito centenares de escaladores, siendo considerado como uno de los mejores lugares de la Comunidad Valenciana para escalar.
Bajo las paredes, encinas, madroños, pinos y arbustos formaban un bonito manto verde.
Tras unos 20 minutos de caminata parsimoniosa, pasamos junto a una bonita casa en la que había estado Manu. Según me contaba, una pareja de conocidos suyos la habían comprado prácticamente derruida y habían trabajado en ella. El resultado era espectacular.
Ahora es una preciosa casa de campo, decorada con gran encanto, en la que te puedes alojar (tanto en la casa como en unas cuevas naturales que han acondicionado para ello) u organizar una buena cena en la naturaleza.
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Seguimos adelante por el ancho camino y comenzamos a acercanos a la zona donde partía un sendero más estrecho que comenzaba a dirigirnos hacia la cumbre.
Sendero hacia el collado
Dejamos el ancho camino para internarnos por un estrecho sendero zigzagueante que comenzaba a ascender de forma suave al principio y pronunciada después.
Por las recientes lluvias, la vegetación casi invadía, jovialmente, parte del camino. Olía a primavera y cada cierto tiempo parábamos a contemplar la bellez del paisaje. Además, rompí a sudar por el calor y el esfuerzo, haciéndose indispensable beber agua cada 20 0 30 minutos.
Habíamos comenzado la caminata algo tarde y el hambre apretaba, así que cuando vimos a la única pareja de senderistas que nos cruzaríamos en toda la ascensión, comiendo algo bajo las ramas de un pino, nuestras tripas protestaron.
Apretamos el paso y llegamos a un collado desde el que podíamos disfrutar de unas bellas vistas de parte de la comarca de l’Alacantí.
Aquí nos sentamos a comer una naranja y descansar un poco. Eran las 3.30 de la tarde.
Último tramo: del collado a la cima
Manu – que ya había subido a la cima del Cabeçó d’Or en numerosas ocasiones – me comentó que nos quedaban unos 45 minutos hasta la cima, aunque tardaríamos exactamente una horita.
Tras las empinadas subidas que nos habían llevado al collado, la cosa no iba a cambiar demasiado. El desnivel volvía a ser acusado en los siguientes metros.
La estrecha senda se convirtió en resbaladiza en algunos tramos, debido a la piedra suelta que componía el suelo.
Al poco, llegamos al famoso «Escalón de Hillary«. Manu me había advertido sobre él unos minutos antes. Cuando lo vi, no pude evitar echarme unas buenas risas.
Se le dio ese nombre al único paso ligeramente técnico de la ascensión, como mofa, por comparación con el que se encuentra en la última parte de la ascensión al Everest. Tardamos en superarlo unos 30 segundos.
La senda nos llevó entonces a la otra cara de la montaña (la sureste) y acometimos los últimos metros de ascensión sudando sin parar.
Cuando llegamos a la cima – a 1.210 msnm – nos quedamos maravillados con las vistas.
En el este podíamos ver el intenso azul del Mar Mediterráneo, Benidorm, Alicante y otras poblaciones costeras. Había algo de bruma y por eso no pudimos llegar a ver Ibiza, pero es algo que se consigue en los días claros.
Al suroeste, más allá de los campos, se podían ver los picos del Maigmó y el Peña Roja, y al norte el precioso Puig Campana.
Una gran recompensa de la que disfrutamos comiéndonos un simple bocata de fiambre que nos supo a gloria.
Descenso de regreso
El camino de vuelta se puede hacer por otro lado, visitando las famosas cuevas de Canelobre, pero se nos hacía tarde y las piernas comenzaban a quejarse así que decidimos descender por el mismo sendero por el que habíamos ascendido.
Cuando llegamos de nuevo al coche, estábamos cansados pero con un gran subidón. La naturaleza y el ejercicio físico siempre tienen ese efecto vigorizante en mi ánimo.
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Otra buena ruta que hacer en mi querida Alicante.
Se nota que disfrutaste de la ruta, yo la he hecho dos veces y me gustó tanto que este domingo repito. Aun que esta vez voy sola seguro que la disfruto igual. Gracias por compartirla