India (2) Viaje a la maravilla del Taj Mahal

En Agra se agolpan todos los mendigos, rickshaws y profesionales en hacerte perder la paciencia de la India. Tal y como me habían recomendado, partí de Varanasi en tren para llegar a Agra por la mañana y reservar otro billete con destino a Delhi el mismo día.

No esperaba que la estación con trenes hacia Delhi estuviera en la otra punta de la ciudad. Y menos esperaba escoger el rickshaw más lento y pesado de toda Agra. Incluso me enseñó orgulloso una dedicatoria de un turista español que lo ponía a parir! Después de una intentona para meterme en una agencia de viajes, conseguí que me llevara de una vez a la estación donde aparque la mochila y conseguí billete para las 7 de la tarde a Delhi.

Una vez preparado para visitar el Taj Mahal, conseguí otro rickshaw (esta vez más rápido) y camino a la entrada del Taj Mahal, me crucé con un buen número de mendigos, de minusvalidos, de gente sin nombre, sin ropa ni compida. El choque interno llega cuando en las puertas del Taj Mahal te piden 750 rupias (15 euros) y no puedes evitar en pensar en toda esa gente anonima que has dejado atrás y las maravillas que harían con tanto dinero junto!

En fin, entre por la puerta sur del Taj Mahal y me maravilló el logro arquitectónico de esconder el monumento hasta el final. Como en un regalo sorpresa, no ves el edificio hasta cruzar la puerta y de golpe lo tienes ante tí. Con su mármol brillando incandescentemente y su silueta perfilada en el agua.

Ya bastante se ha escrito sobre este monumento al amor. El mismo Rabindranath Tagore lo definio como un poema escrito en piedra y dijo de él alguna vez que estaba destinado a brillar por siempre como «una lágrima en la mejilla del tiempo».

Por suerte no estaba abarrotado y ha sido un placer pasearse descalzo alrededor de esta maravilla de la humanidad.

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