Tras ocho horas de tren llegué a Ajmer. Ciudad sagrada para los musulmanes donde 7 peregrinajes equivalen a uno a La Meca.
Eran las siete de la mañana y con un par de ingleses nos subimos al autobús que nos llevó entre unas colinas salidas de un western filmado en Almería hasta el bello pueblo de Pushkar.
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Con la excusa que unos amigos nos habían reservado habitación -era cierto en el caso de los ingleses- sorteamos el grupo de touts (¿alguien sabe traducir esta palabra al castellano?) que bloqueaban la arteria principal del pueblo.
Pushkar se halla en un valle seco rodeado de colinas rocosas con vistas espectaculares del desierto en el atardecer. El lago en su corazón, con innumerables ghats, es uno de los más sagrados del país.
Encontramos el hotel junto al lago donde subí el presupuesto a la «friolera» de 2 euros por una amplia habitación con cama doble, unos preciosos ventanales y una terraza con restaurante y vistas magníficas al lago y a la ciudad.
No en vano el hotel se llama Lake View. Necesitaba un tranquilo sitio donde descansar de tanto agobio y calor y Pushkar, aunque quizás demasiado tuirístico, parece ideal como casita de verano de relax para tres o cuatro días con mis nuevos amigos ingleses.
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